Nuestro segundo día de viaje por el Pirineo de Huesca fue un sinfín de sorpresas. Emprendimos el camino a primera hora hacia un camping que nos recomendaron que estaba en un lugar precioso, en el parque natural protegido de Posets - Maladeta. Queríamos un plan B por si no encontrábamos lugar donde dormir, al menos podíamos conocer un camping para tener esa seguridad. Lo que no esperamos es que fuera un lugar tan increíble con un montón de rutas por descubrir. Lo primero que nos encontramos fue un precioso río de aguas cristalinas donde nos dimos un buen chapuzón. Tras pasar la mañana tranquilamente por la zona encontramos unas vistas espectaculares de la montaña para asentar nuestro campamento improvisado y comer. Me sentía en el mismo Yosemite, o en cualquiera de mis novelas, pues nada tienen que envidiar estas montañas a los grandes parques nacionales de Estados Unidos que tanto me gustan.
Instalamos las sillas y la mesa y disfrutamos de una comida en familia contemplando las montañas. Por la tarde emprendimos una caminata hacia un refugio muy bonito que parecía estar en medio de los valles de Suiza. Ahí ocurrió la gran coincidencia, nos cruzamos con dos vaqueros que estaban controlando a las más de doscientas vacas que pastan en libertad por estas montañas, nos paramos a preguntarles cosas sobre la zona y cuando abordamos el tema de la acampada, que no estaba permitida en toda la zona del parque por ser zona protegida, más que en los campings, cosa que no nos apetecía, queríamos algo más insólito y salvaje, uno de ellos nos sorprendió con su ofrecimiento. "Podéis venir a dormir donde yo estoy." "¿Y dónde estás tú? Pregunté curiosa, y me señaló una cabaña diminuta a lo alto de la montaña que justo había estado observando con mis prismáticos mientras comíamos, por la curiosidad que me suscitaba saber quién podía estar ahí. Resultó estar instalado en esa misma antigua cabaña de piedra de pastor en lo más alto de la montaña, con unas vistas brutales y muy mal acceso. Aceptamos sin duda, pues al ser finca privada, aún estar dentro del parque, con el permiso de la persona que vive ahí no había problema, era un chico joven e hicimos muy buenas migas, así que nos animamos sin duda. Llegar hasta su cabaña fue toda una aventura en si misma. Una antigua pista abandonada, repleta de piedras imposibles, abetos y cuatro ríos que la atravesaban, de no ser por el 4x4 no hubiéramos podido llegar. El pastor siempre llega a pie, ¡no me extraña!
Cuando por fin llegamos y vimos la chimenea humeante, el olor a leña y unas vistas de vértigo descubrimos un lugar de ensueño, de esos que parecen sacados de un cuento de hadas. Hacía frío, frío en pleno mes de agosto, maldije no haber llevado un abrigo cuando cayó el sol y viví la experiencia de dormir de nuevo en alta montaña rodeados de tanta belleza y paz. En las últimas fotos podéis ver el entorno y en el próximo post os contaré lo que nos ocurrió al despertarnos. ¡Nos leemos pronto!
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Fotos realizadas con Sony a7sII lente Sony 24-240mm y Sony 50mm.
